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En páginas anteriores y en el lugar respectivo, mostré una serie de conductos accesorios y sus lesiones, tratadas con PASTA F.S. Presenté algunas lesiones de gran tamaño y otras más pequeñas; estas lesiones aparecen en la terminación periodontal del conducto con la lisis del tejido óseo. Esto no alcanza a observarse en la terminación periodontal de los túmulos dentinales a causa de que el tamaño de ellos no es suficiente para producir la lesión visible a los Rx.
Innumerables microorganismos alojados en los túmulos dentinales llegan al periodonto y pasan al torrente circulatorio sin causar ninguna rarefacción ósea. Además de los microorganismos llegan a la circulación las toxinas, las enzimas y los irritantes metabólicos de las bacterias, que van a desencadenar las injurias distantes que ya hemos visto.
HUNTER y ROSENOW en 1910 llegaron a sostener que todo diente desvitalizado era un foco séptico que había que eliminar; esto dio lugar a múltiples extracciones de piezas dentales. Afortunadamente el eclecticismo de otros investigadores ha logrado echar por tierra estas afirmaciones. La escuela norteamericana con GROSSMAN, INGLE, STEWART, COODLIGE a la cabeza han demostrado que un conducto aséptico tratado asépticamente, no constituye ningún peligro para el organismo. Y yo, por mi parte, estoy en un completo acuerdo con esta afirmación; pero ¿cuándo sabe el profesional que un conducto está aséptico? Podría responderse que cuando el cultivo respectivo así lo indique. A pesar de esto, ENGSTROM y LUNDBERG 152 han demostrado que luego de dos cultivos negativos sucesivos, en un 16.2% aparece un tercer cultivo positivo.
Ahora bien, INGLE y ZELDOW 153 estudiaron 65 dientes con conductos de resultados positivos, estos dientes fueron instrumentados debidamente e irrigados con agua estéril; un segundo cultivo dio resultados en sólo 13 dientes (20%). Sellaron los conductos con cemento de fosfato de zinc durante 48 horas y un tercer cultivo volvió a ser positivo en 10 de los 13 dientes que habían resultado negativos en el segundo cultivo y en los 52 dientes instrumentados. En otras palabras, el 95.4% de los conductos permanecían infectados luego de la instrumentación mecánica. Ante esta evidencia y muchas otras más, ¿qué queda, podría preguntarse, del famoso dogma de tantos eminentes profesores modernos de que “es más importante lo que se saca de un conducto que lo que se introduce en él”? Esta primera base de la endodoncia convencional es, por lo tanto, falsa. Y sobre bases falsas no puede construirse ninguna edificación estable.
NICHOLLS 154 experimentó algo parecido a lo anterior, pero hizo irrigaciones con agua clorada alcalina, y GRAHNEN y KRASSE 155 con solución salina, con solución de amonio y con solución poliantibiótica. En realidad los porcentajes de casos positivos disminuyeron, pero en ningún caso todos fueron negativos.
Muchos investigadores han utilizado las sesiones intermedias medicamentosas a base de paraclorofenol, cresantina, creosota, formocresol, sulfonamidas, etc., para reducir o eliminar los microorganismos. De todos modos, hay un consenso general en el sentido de que es indispensable la colaboración medicamentosa para la eliminación de las bacterias de un conducto infectado.
CONCLUSIONES FINALES
Si el tratamiento endodóntico exige, como queda demostrado, la esterilización completa del conducto, y ésta sólo se conoce mediante una serie de cultivos, todo relleno radicular que no llene estos requisitos caerá en el campo del empirismo y atentará, desde luego, contra la salud del paciente. Ante esta verdad incuestionable, ¿qué queda entonces de ética profesional de quienes fundamentan su endodoncia en la instrumentación y el empaquetamiento de los conductos con elementos inertes como la gutapercha?
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Por otro lado, hay que confesar que, fuera del medio universitario ningún profesional realiza cultivos en los tratamientos endodónticos de su consultorio particular, y de poder hacerlo, son muy contados los pacientes que podrían costear un tratamiento tan complicado. A pesar de todo, la realidad es que diariamente y momento a momento, se realizan infinidad de tratamientos en el mundo entero; ¿cuántos de ellos fracasan? Es imposible saberlo en forma total, pero las pocas estadísticas y la lógica, dan porcentaje demasiado altos. Entonces, ¿habrá que deducir que la endodoncia es un fracaso? No, afirmativamente, no, porque afortunadamente a los que desde hace muchos años hemos venido preconizando la colaboración medicamentosa, se nos está dando toda la razón. De ahí la generalización de los sellantes de conos con características antibacterianas, que ha elevado el porcentaje de éxitos. Debemos reconocer que la escuela europea, en este sentido, ha estado muy por encima de la norteamericana. Se encuentran en el comercio dental mundial varios productos con diferentes propiedades valiosas, pero la mayoría de ellos cifran su efectividad en la acción bactericida que es la que más espectaculares resultados da en los análisis de laboratorio.
Por sobre todas estas consideraciones hay que destacar la colaboración invaluable que está prestando a la endodoncia mi fórmula PASTA F.S. Ya he demostrado cómo actúa en todas las circunstancias, aún en los problemas más difíciles. Acabo de referirme a los productos de acción bactericida; pues bien, ya he probado esta acción de la PASTA F.S., pero queda la más importante de todas sus acciones la bacteriostática, por su acción permanente y la de su efecto a distancia, que efectúa la destrucción de los microorganismos en los lugares inaccesibles al relleno radicular, como son los conductos accesorios, y los túmulos dentinales y sus prolongaciones en el esmalte y en el cemento. Con una fórmula de estas características el profesional ya no estará operando empíricamente ya que ella está conformada para actuar en campo séptico y la desinfección del conducto está encomendada a sus componentes.
A mi consulta de endodoncia en los Seguros Sociales de Cali, Colombia, llegó un paciente en interconsulta del Departamento de Exodoncia. Este paciente estaba siendo tratado por el oftalmólogo por una uveitis o sea la inflamación de la úvea, que es la cara posterior pigmentada del iris. Como todos los tratamientos médicos fueron ineficaces, el profesional, sospechando la existencia de un foco séptico, ordenó el examen radiológico de todas las piezas dentales habiéndose encontrado el canino del lado del ojo afectado, con un tratamiento endodóntico; el médico ordenó la extracción de ese canino. El exodoncista al no ver lesión radiográfica en el diente tratado optó por la interconsulta con mi servicio. Ante estas circunstancias resolví desobturar el canino de la gutapercha empleada y efectué una reobturación con PASTA F.S. A los tres días regresó el paciente para informarme que su problema de visión se había normalizado. De inmediato expliqué al médico mi teoría de la infección latente y el paso al organismo de las toxinas, por medio de los túmulos dentinales; el profesional acató mis razonamientos y como consecuencia el paciente conservó su canino y en el Departamento de Oftalmología sólo volvieron a aceptar pacientes con tratamientos radiculares realizados con PASTA F.S. Desventuradamente esta realidad solo puede tener la validez anecdótica, ya que las verificaciones científicas se extraviaron en una entidad tan compleja como el Seguro Social. Lo interesante en este caso fue saber que, sin apreciare radiográficamente lesión alguna, existía un foco séptico culpable del problema ocular: el canino tratado.
Este caso es un ejemplo de patología causada por un foco séptico oculto, que desempeña un papel importante dentro de la morbilidad enunciada en este capítulo. Este tipo de patología encuentra en la PASTA F.S. una alternativa terapéutica eficaz, por su capacidad de ejercer un efecto antibacteriano en focos sépticos inaccesibles a los procedimientos convencionales. |
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